La Realidad.

Nos queda poco tiempo. La realidad se dirige hacia nosotros a una velocidad de vértigo mientras nos empeñamos en contemplar las pequeñeces de nuestro tiempo sin enfrentarnos a los grandes retos. Nos queda poco tiempo. Pero tal vez incluso todavía estemos a tiempo.



lunes, 9 de marzo de 2009

En la cárcel

Lo confieso: el viernes pasé la tarde en la cárcel.

Concretamente en Foncalent, un presidio antiguado y saturado que requiere algunas reformas y pese a tales deficiencias mi paso por prisión no fue tan amargo como cabía esperar.

Entramos a las 16:00 horas, pasamos varios controles de seguridad, rejas que se abrían y cerraban a nuestro paso y de repente ya estábamos encerrados tras los muros infranqueables de ladrillo caravista recubiertos de alambre de espino. Mi primera impresión me llevó directamente a Auschwitz.

Nos dirigimos hacia el edificio habilitado como centro de estudio en el que se encontraba el salón de actos. Allí ya había algunos presos esperándonos.

Sin poder ni tan siquiera ensayar la obra que teníamos que representar (pues a eso entré, amigos míos) más que unas pocas canciones, nos cambiamos y esperamos a que llegase la hora señalada. Se debe añadir que este musical llevaba una año y medio enterrado y que fue resucitado para esta ocasión tan especial. Lo cual aumentaba la tensión.

Conforme avanzaba el tiempo iban llegando avalanchas de presos por módulos que llenaban el salón de actos y comenzó el ajetreo. La mayor parte de nuestro público era masculino, pero también había un grupo de presidiarias y por motivos obvios eso mantuvo entretenido el patio de butacas.

Llegó el momento de cruzar a través de ellos. Dado el carácter de la obra (el Blues de Macky Navaja) no cabía esperar menos y la entrada de las vistosas meretrices causó furor entre el público masculino que nos recibió entre silbidos y gritos.

Nos colocamos entre "bastidores" y esperamos. Nuestro director les dio un pequeño sermón en el que incluyó una pequeña perla les dijo que sabía que estaban todos muy contentos de estar allí. Y si en parte era verdad, por otra parte no creo que les hiciese mucha gracia el comentario, pero se lo tomaron con humor. Se apagaron las luces y todo el patio de butacas rugió toda clase de gritos.

Al principio de la obra, nuestro entrañable Piojo, mendigo-bailarín de lo más simpático encarnado de forma magistral por Roberto Bru, debía cantar una estrofa él solo en el escenario: seguramente fue uno de los momentos más duros en la vida de Bru porque tener a 150 presos gritándote a pleno pulmón no es una de las mejores maneras de pasar la tarde del viernes.

Sin embargo, tras acabar la canción de introducción y comenzar la primera escena, Bru (en su probablemente mejor actuación) se creció y se llevó al público de calle.

El resto de la obra siguió saltando entre baches (como las sustituciones no ensayadas y la falta de algunos personajes que tampoco había sido ensayada y tuvimos que torear como se pudo).

Como cabía esperar para todo el que conozca la obra en cuestión nuestro público, que ya más que delincuentes parecían ya amigos nuestros, disfrutó de una manera bárbara y tal vez, ellos, en ese lugar oscuro sean los que más han disfrutado con este espectáculo.

Momentos de lo más especiales por supuesto el final sus aplausos y agradecimientos, la escena final (donde la historia termina cómo termina), el aplauso a Chelo en su salida, el chiste de Bru sobre el "cabrón del Director", el Macky y el rincón de las mujeres... En fin, la mejor forma posible de acabar de enterrar a una obra con la que si el público ha disfrutado, seguramente los actores y actrices hemos disfrutado más.

P.D. Al final nos dejaron salir de la cárcel y pudimos disfrutar de otra cena entre nosotros.

Un abrazo a todos/as.

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